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Carrera Profesional. Tercer episodio: por qué cambiamos de trabajo (III)

En este tercer episodio veremos algunos otros motivos que motivan el cambio de trabajo:

  • Mala relación con los superiores. Hay un viejo dicho que reza así: “la gente no cambia de trabajo, cambia de jefe”. El mando de un empleado es el actor que más influye en el mismo, en su percepción de la empresa, incluso en su vida.

Si un buen jefe es una bendición al que Dios conserve muchos años, un mal jefe puede convertirse en una pesadilla, que puede arruinar la vida del empleado. Es, por tanto, un sospechoso habitual cuando buscamos al culpable de que un trabajador pase a comportarse de forma tóxica. 

Ahí mi más incondicional apoyo al perjudicado: si no puedes cambiar de jefe en tu empresa, cambia de empresa.

  • Inestabilidad de la empresa, especialmente frecuente en épocas de crisis – ¿cuándo no estamos en crisis? -. Cuando el barco empieza a escorar, sólo el capitán -el dueño- tiene la obligación moral de abandonarlo el último. Los demás, en un mero gesto de supervivencia, tienen el derecho a no vivir en la zozobra.

La actuación de los directivos, por otra parte, se ve sometida a intereses contrapuestos y puede deslizarse fácilmente a comportamientos escasamente éticos. Algún día hablaremos del tema.

  • Reorganización de la empresa, cuando ello supone un descenso en la escalera jerárquica o la cancelación de un proyecto empresarial. 

En esta ocasión hablamos de las fusiones, incorporaciones, cambios de titularidad de la empresa o entrada de nuevos directivos que pueden traer su nuevo plan estratégico. Y, a veces, su corte de directivos afines, que migran con su líder de empresa en empresa.

En mi caso, hasta en dos ocasiones cambié de empresa por este motivo, que me fue completamente ajeno. Siendo tú la misma persona, un cambio de entorno directivo te puede hacer pasar de directivo admirado -o, al menos, valorado- a directivo señalado.

Aquí también mi recomendación es clara: si no te sientes apreciado, mejor hacer la maleta y emigrar a latitudes más cálidas, emocionalmente hablando.

  • Localización de las oficinas, especialmente impactante en grandes ciudades. Es una razón completamente exógena a la propia empresa, pero puede tener un impacto enorme en la calidad de vida del empleado que tiene que dedicar una parte apreciable de su vida a los atascos de tráfico.

Quiero concluir este análisis con una doble recomendación. 

Por un lado, valora dos veces lo que te ofrecen en la competencia antes de cambiar de trabajo. Piensa fríamente en todo lo que recibes en tu empresa actual, que seguramente has ido minusvalorando conforme has ido cumpliendo años de antigüedad. ¿Realmente merece la pena cambiar de empleo?

Por otro, si la respuesta a la pregunta anterior es “sí”, ve a por ello. Tienes la legítima libertad de luchar por tu mejor futuro. Una vez recibido tu salario mensual, ni la empresa te debe nada, ni tú le debes nada a la empresa. No te dejes manipular por discursos impostados que enarbolen la lealtad como bandera.

Pero nunca, nunca, trabajes donde estás a disgusto. Te volverás un empleado tóxico: serás infeliz y harás infeliz a tus compañeros, jefes… y puede que a tu familia. Sólo evitar el hambre puede justificar el pago de ese precio.

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