Digno heredero del Principio de Peter, vio la luz en el año 1996, tres décadas después que su antecesor. En esta ocasión fue Scott Adams quien creó una tira satírica llamada Dilbert y, posteriormente, un libro llamado El Principio de Dilbert, que obtuvo un gran volumen de ventas.
El principio afirma que las compañías tienden a ascender a sus empleados menos competentes con el fin de limitar los daños que podrían provocar en posiciones inferiores.
Si, según el Principio de Peter, el ascenso es una consecuencia de la eficiencia de los empleados, según Adams, dicho ascenso se produce intencionadamente y fruto de su ineficiencia. La situación final es ambos en ambos principios: los puestos superiores acabarán saturados de incompetentes.
En el caso del Principio de Dilbert, la organización habrá de crear una estructura alejada de los focos calientes de toda empresa -gestión de clientes, producción, gestión de cuenta de resultados, etc.-, de manera que su incompetencia resulte inocua. Por ende, los puestos clave acaban concentrándose en la base de la pirámide corporativa.
Si bien el principio atenta contra toda lógica en la gestión de recursos humanos, a lo largo de mi vida he visto departamentos o puestos que eran auténticos cementerios de elefantes dentro de las empresas. Especialmente reservados para los empleados “too much”: demasiado caros de despedir, dada su antigüedad en la empresa, nadie sabe qué hacer con ellos. Así que se les aparta del flujo de decisiones ejecutivas y se les da un puesto más o menos rimbombante, que les permita criar telarañas tranquilamente. La empresa seguirá asumiendo su coste, pero, olvidándose de su presencia, aparentemente el problema ya no será tan evidente. ¡No es tan malo, bien mirado!
También entran dentro de candidatos a la promoción dilbertiana esos otros que todos conocemos y a los que llamamos el perro del hortelano: ni trabajan, ni dejan trabajar. Si agrupamos a todos los perros del hortelano en reuniones infinitas e intrascendentes, dejarán trabajar a los demás. Ese es el beneficio de la compañía.
Siendo, al igual que el de Peter, un principio satírico, tiene un sustento real, al poner de manifiesto lo vacíos y alejados de la realidad de algunos puestos directivos. Naturalmente, su aplicación es limitada, por cuanto no resulta sencilla la creación de puestos de trabajo bien posicionados y sin consecuencias negativas para la empresa.
Y tú, ¿cuánto crees que tiene de cierto el principio de Dilbert? ¿Cuál crees más acertado, el de Peter o el de Dilbert?