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El tiempo es directamente proporcional al interés

Seguro que te ha pasado que un cliente tiene un problema gordo y te quiere ver ipso facto. Así que te plantas en su oficina, quizá después de tomar uno o dos vuelos, dos taxis, reservar un hotel y destrozar tu agenda de la semana.

Varios días más tarde eres tú el que tiene la urgencia: el mismo cliente está reteniendo una factura. Es un suponer. Ahora eres tú el que le pide la cita urgente -“at your earliest convenience” dicen los anglosajones, es una frase que me encanta por lo elíptica que resulta-.

Desde luego, no pides que te visite. Menuda insolencia. Tan sólo te bastaría una reunión de 10 minutillos por Zoom. Pues vaya. Resulta que D. Cliente Ocupado tiene la agenda apretadísima. Está tratando de salvar a la humanidad, como Los Vengadores, y no va a conseguir derrotar a Thanos hasta… dentro de tres semanas. Y, por descontado, dicha cita se retrasará, como mínimo, otro par de semanas.

Esta situación que te cuento no te ocurre sólo a ti: nos pasa a todos.

Es una paradoja: los clientes -normalmente del sector público, jornadas de 35 horas a la semana, a las tres de la tarde en casita- trabajan considerablemente menos que sus contratistas o consultores. Sin embargo, junto a sus despachos deben existir agujeros negros que absorben el tiempo y la energía. 

Resolvamos la paradoja: no es que los clientes no tengan tiempo, lo que no tienen es interés. Cuando algo les urge, el tiempo aparece misteriosamente. A la inversa, el contratista suele tener mucho interés -en resolver conflictos, en facturar, en cobrar-, por lo que siempre encuentra el tiempo. No somos, en modo alguno, mejores que nuestros clientes: simplemente, tenemos más interés.

Lo mismo aplica a tus colaboradores. Cuando alguien de tu equipo te dice que “no tuvo tiempo para hacer algo” que debió haber acabado hace un mes, porque, además, “ha estado muy liado” (taomuliao, diríamos en España), lo que realmente te está queriendo decir es que “me mandaste un encargo basura, que me importa una mi**da”.

Así que, cuando alguien te diga que no tiene tiempo, que no te confunda: lo que realmente no tiene es interés. Puede que esto te sirva para no perder tu propio tiempo.

Hay otras maneras de detectar la falta de interés, pero eso es otra historia, de la que hablaremos otro día.

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