Una vez que hemos visto el flujo de trabajo (episodio 1), podríamos pensar que esto no es más que uno de los muchísimos métodos de creación de agendas. Hasta hace una década se vendían agendas físicas patentadas por dichos métodos.
Pues no es así. Se trata de algo mucho más potente, pero para ello tenemos que completar el flujo con los valores, principios y prácticas.
Vamos allá con los valores:
- Planificar es necesario, pero no suficiente. Sólo la acción consigue resultados. Planificar y no actuar carece de valor: si esperas a tener toda la información para tomar una decisión, caerás en la denominada “parálisis por análisis”. Hay un tiempo para pensar y otro para actuar. El método sugiere la regla 20/80: dedicar a la planificación un 20% del tiempo y el otro 80% a la acción.
- Céntrate en la evolución de tus resultados -el desempeño-, no en los resultados en sí. Si el progreso es en la dirección adecuada, el resultado llegará.
- Prioriza la energía que dedicas a una tarea que el tiempo empleado. Es más importante la calidad de tu trabajo que el tiempo que has dedicado.
- Dedica tu tiempo y energía a las tareas correctas: de ello trata la eficacia. No se trata de hacer mucho, sino de aportar valor en trabajos importantes. Más vale completar un trabajo valioso que cien irrelevantes.
- Después de la eficacia viene la eficiencia: una vez que sabes que haces cosas importantes, procura ganar en productividad, minimizando los recursos necesarios -el tiempo, particularmente- en acabar dichas tareas.
- No busques la perfección. Cuando el resultado sea suficientemente bueno, detente. Es mucho más útil conseguir un primer resultado cuanto antes para discutirlo y recabar el feedback necesario para reorientar el trabajo en una segunda iteración o continuar con la línea escogida. Es mucho mejor “acabar” algo imperfecto que eternizarse en algo perfecto. No todos los días pintamos la Capilla Sixtina.
- Lo importante es conseguir resultados, no dedicar mucho tiempo a las tareas. Éstas son un instrumento para alcanzar el resultado. No te justifiques en lo mucho que trabajas si de ello no se desprenden resultados.
- Céntrate en tus fortalezas: son las que te diferencian del resto. Invierte lo justo en aquellas debilidades que resulten “inhabilitantes” y centra tus esfuerzos en aquello para lo que tienes talento.