Si los valores fueran los teoremas, los principios serían los corolarios, ya que emanan de ellos.
Veamos los más importantes:
- Puesto que el mundo se encuentra en permanente cambio, tú necesitas aprender de forma continua igualmente. ¡La curiosidad es la virtud de los campeones! El día en que la pierdas, que no te interese seguir el ritmo del mundo, es el día en que debes jubilarte. Para el trabajo y para la vida, tengo la convicción personal de que resulta estimulante tratar de mejorar permanentemente, sin complejos: “No me digas lo que no puedo hacer” (mi frase favorita de John Locke, el personaje inválido de la serie “Lost”).
- Entrega resultados incrementales, tal y como hacen los creadores de software. Cada vez que completas un ciclo, te sentirás como el corredor que finaliza una carrera. Y, además, permitirás a tu equipo y a los interesados del proyecto, darte el feedback que necesitas para corregir el tiro. También conseguirás mantener el interés de todos ellos, al hacerles ver que el proyecto está vivo y avanza. No esperes que tu primera versión sea definitiva e insuperable.
- Céntrate sólo en aquello que puedes abordar. Si el tiempo es limitado y tu capacidad también, ¿cómo esperas poder abarcar infinitas tareas? Ya sabes lo que dice el refrán: “el que mucho abarca, poco aprieta”. Abordar más de lo que podemos desarrollar conduce al agotamiento físico e intelectual, por no hablar de tu frustración y de la de tu entorno, cuando esperaban un resultado que nunca llega. Más vale acabar tres tareas que iniciar cinco y dejarlas inconclusas. Este principio, tan aparentemente trivial, es ignorado por muchos profesionales senior.
- No privilegies ciertas tareas a cuenta del perjuicio de otras o de tu propia vida. Pon límites superiores al tiempo potencialmente invertido en ciertas tareas e inferiores a aquellas otras que pueden verse perjudicadas, particularmente las que afecten a tus puntos calientes: tu tiempo para el almuerzo, para el descanso, para tu cuidado físico y mental.
- El alcance de cualquier tarea puede negociarse, es flexible. El tiempo no: es fijo. Esta es una de las grandes novedades de la metodología ágil respecto a la tradicional. En ésta última fijamos alcance y tiempo, redundando normalmente en una reducción de la calidad y un aumento del presupuesto. En la metodología ágil el presupuesto y el tiempo son fijos, por lo que se trata de priorizar el contenido del alcance para no ver perjudicada la calidad. En mis propias palabras, cuando algún colaborador me dice que el tiempo que le he asignado es imposible, le contesto: “haz tus mejores esfuerzos para entregarme el mejor trabajo posible en el tiempo que te he dado”. Este objetivo lleva implícito un excelente ejercicio de disciplina mental: estructurar los contenidos, primero -esto ya es un gran logro-, para poder priorizarlos después.
- Marca el ritmo de resultados: como hacen los buenos corredores, tienes que escoger un ritmo e intensidad de carrera, que en nuestro caso es de esfuerzo y de liberación de resultados. No esperes tener todo el último día, porque la experiencia demuestra que el último día siempre es muy corto. Además, ese resultado del último día puede no ser el apetecido y, en tal caso, ¿qué solución tenemos? ¡Ninguna!